
mirarse a uno mismo de verdad,
desarmar personajes, romper imágenes,
viajar por esos recovecos desconocidos y a veces traicioneros,
por esas zonas que tantas veces nos dejan perdidos aún de nosotros mismos,
hacer terapia no es la solución a nada,
es una perspectiva, es una forma,
es una elección, un llamado a la reflexión,
una forma de vivir abriéndonos a la aventura de descubrirnos,
hacer terapia es saber que no sabemos todo,
que vinimos a aprender, a revisar,
a volver a pasar cuantas veces sea necesario mejorando las versiones,
hacer terapia es darse cuenta de que las palabras no alcanzan pero tampoco sobran,
que hay que integrar cuerpo y alma en las jugadas existenciales,
poner todo y lo mejor, dar y recibir,
hacer terapia es brindarse a la magia de un encuentro,
a la pura intimidad vincular, el mayor de los anhelos humanos,
hacer terapia es atreverse a reflejarnos en una mirada ajena
sincerándonos con la propia, desnudándonos, vulnerándonos,
encontrarnos en ese espacio compartido de ser uno con el otro,
reconstruirnos... una vez y otra vez y otra vez,
hacer terapia es animarse a dudar, a cuestionarse,
hacer terapia es animarse a creer, a entregarse,
a dejarse llevar y a poder frenar,
enriquecedora paradoja existencial.
Esta semana de cueva y silencio me acompañan algunos muertos,
hoy honro especialmente a mi compañero de grupo terapéutico Luis Arpesella,
qué ejemplo de ser humano valiente, qué privilegio haberte tenido cerca!
qué muestra de que se puede!
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